Durante la semana pasada se dieron dos debates álgidos en el recinto del Congreso Nacional que se suman al de la recientemente aprobada ley de servicios audiovisuales: por un lado, la fe de erratas de la ley de medios, por el otro, el aumento del impuesto a la tecnología. El Congreso de la Nación viene teniendo un papel importante en los destinos del país en estos últimos meses, cosa que hacía tiempo no ocurría.
Y finalmente se aprobó el impuesto a la tecnología. Desde el gobierno se justifica esta medida, como un modo de sustituir importaciones y fomentar la industria nacional. El problema es cuando por beneficiar a algunos, se deja a un gran porcentaje al margen de los beneficios.
Con esta medida los productos tecnológicos, sean importados o fabricados en el país, aumentarán entre un 30% y un 37% sus precios, según empresarios del sector.
Con esta clase de políticas, lejos de progresar, empezamos a quedar cada vez más relegados. Si bien la industrialización del país trae sus beneficios, es ridículo pensar que se puede ser competitivo a nivel internacional con un proteccionismo que sólo equipara los precios entre lo que se produce en el país y lo que se importa, pero que no contempla una inversión en investigación y desarrollo. Además, nada asegura que la productividad de la industria tecnológica nacional llegue a satisfacer la demanda de esta clase de productos, lo que encarecerá más los precios. De esta manera, seguramente la brecha digital va a seguir aumentando no sólo dentro del país, sino con el resto del mundo.
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