Con mucha sorpresa leí el domingo pasado la sección de Temas de La Voz del Interior, en donde presentaban una fundación Suiza que ayuda a pacientes terminales a "morir con dignidad". Suiza es el único país del mundo que dentro de su legislación permite el "suicidio asistido"; eso sí, no se pueden realizar con "fines egoístas", lo que sería que un heredero ayude a su ascendiente, para luego obtener sus pertenencias.
Permanentemente ingresan personas provenientes de todo el mundo al único hotel/hospital en donde la gente jamás regresa a su lugar origen. "Dignitas" es una Asociación Civil sin fines de lucro que busca "acabar lo antes posible con el sufrimiento" según cuenta una enfermera del lugar. Sin embargo el negocio es redondo: los pacientes ingresan al Hospital, abonan tras un breve chequeo médico y una charla con el Director, ya están en condiciones de acostarse en una cama e ingerir, por sus propios medios, una cucharada de pentobarbital de sodio disuelto en un poco de agua. Se firma el acta de defunción, y a los pocos minutos desocupan la habitación e ingresa el que sigue.
Reconozco que me quedé bastante tiempo reflexionando sobre la eutanasia, el sufrimiento de las personas, la sobervia humana de querer mantenerlo todo bajo control. ¿Será propio de nuestra "sociedad del bienestar" el no poder tolerar el dolor? ¿Le perdimos el sentido al dolor, o de verdad no tiene sentido? ¿Será el grito de la soledad silenciosa de los enfermos y viejos, que no pertenecen al sistema? ¿Será el hombre que lo posee todo, incluidas la vida y la muerte? ¿Formará parte de nuestra libertad, también elegir el día y modo de muerte? ¿ O quizás la Sole Pastorutti tenga razón y a la vida nos la hayan prestado y en algún momento hay que devolverla?